El mundo de Sofía es un libro creado para adolescentes con mentes abiertas y despiertas. Supongo que cuando se escribió los adolescentes no eran como los que hoy pasean por las calles: mentes planas, simples, con voz de gorila y sin ningún interés por el mundo. Una vez supero mi fase abuela de «en mis tiempos todo era mejor» (algo probablemente falso), vuelvo al asunto que nos atañe. El mundo de Sofía es para todos, así de sencillo.
La historia de la filosofía, del pensamiento, en 600 páginas y explicado de manera comprensible y amena. ¿Alguna vez has pensado que la filosofía no era para ti porque era densa, empalagosa y aburrida? Seguramente, pero si has elaborado un poco ese pensamiento significa que la filosofía sí que es para ti. Lo que no es para ti (ni para casi nadie) es son clases clases monótonas con tonos monocordes desde la pizarra. La filosofía es para todos, y El mundo de Sofía es la prueba de ello.
Cuando aprendemos algo en la escuela, en el instituto o en la universidad lo habitual (por desgracia) es que nos expliquen cómo son las cosas, las retengamos en nuestro cerebro hasta el examen, y luego las olvidemos. Pero, ¿cómo se puede explicar la filosofía de este modo cuando la filosofía en sí misma es reflexión y pensamiento? No se puede, y así sale la gente como sale del instituto, aborreciendo todo lo que tenga que ver con el tema. Gracias a este autor, podemos ver una forma diferente de entender la historia del pensamiento.
¿Quién es Sofía y por qué habría de importarme su mundo?
Sofía es una joven de catorce años que, sin comerlo ni beberlo, comienza a recibir un curso de filosofía postal gracias a un desconocido llamado Alberto Knox, el cual dice ser su nuevo profesor de filosofía postal. * Mientras Sofía trata de averiguar quién es en realidad Alberto, surgen más misterios a su alrededor. Una niña llamada Hilde parece entremezclar su vida con la de la protagonista, y Sofía deberá pedir ayuda a su mejor amiga para tratar de desenmascarar tantos misterios.
De la mano de los personajes viajamos a través de la historia del pensamiento; desde los filósofos presocráticos a la modernidad, pasando por la Edad Media y el Renacimiento. Y, sorprendentemente, se hace corto. Demasiado para mi gusto.
En la historia Alberto Knox explica a Sofía las principales ideas de Sócrates, pero también cómo llegó a ellas y qué intentaba entender. Al mismo tiempo que la joven protagonista, el lector reflexiona acerca de las grandes preguntas de la filosofía. En ocasiones se llega a las mismas conclusiones que la adolescente, en otras no se llega a ninguna.
Tres días estuve volviendo loco a todo el que me rodeaba intentando averiguar el sentido de la vida y del ser, sin llegar a ninguna respuesta universalmente válida. Además, en ese tiempo las otras labores relevantes de la vida pasan a un segundo plano. ¿A quién le importa si me queda pan y leche para mañana si todavía no he entendido el verdadero significado del ser? Baste decir que cuando me levanto y no hay comida mi estómago se enfada con mi yo filosófico.
A mi me interesan libros en los que «pasen cosas», ¿por qué leerlo?
Pese a lo absurdo que pueda parecer esta frase, yo misma la he dicho en alguna ocasión. Muchas veces leemos para vivir otra historia, por lo que el conocimiento en sí puede estar muy bien, pero no tiene por qué ser motivo de regocijo. Jostein ya pensó en ello (o no lo hizo, pero le salió muy bien). Un libro creado para adolescentes no puede ser un manual universitario, tienen que «pasar cosas». ¿Quién es Alberto en realidad? ¿Por qué envía postales a Sofía? ¿Quién es Hilde, la chica que tiene tanto en común con Sofía y de la que apenas sabemos nada? Y es que además de un libro de filosofía, es un libro de aventuras, de secretos escondidos y de misterio.
Este maravilloso libro, editado por Siruela y escrito por el filosofo noruego Jostein Gaarder tiene 656 páginas; no requiere una edad para leerlo, aunque sí un mínimo interés por aprender.
*Para los millenials, recibe mucho spam, muchos mensajes privados anónimos en Twitter, y muchos corazoncitos en Instagram. No soy muy millenial, así que este lenguaje se me da de pena.
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